
05 Ene Límites con besos, y besos sin límites
Diferentes investigaciones alertan de que los cambios en los estilos educativos de las familias y
la falta de límites provocan un aumento de los problemas de salud mental.
Cada vez llega más información sobre la importancia de poner límites en la educación. Cada
vez se escucha más a diferentes profesionales que trabajan con familias la frase ES QUE TU
HIJO NECESITA QUE LE PONGAS LÍMITES: cuando se acude al pediatra para consultar el
porqué del mal comportamiento de su hijo, cuando es llamada por la docente de su hija para
hablar sobre sus conductas disruptivas en el aula, o incluso la entrenadora de baloncesto
cuando comenta que tu hijo no atiende a normas. El tema de los límites es ilimitado.
Todo el mundo te comenta el qué (poner límites). Genial, ya me han dicho lo que pasa, lo que
explica todos mis problemas relacionados con la convivencia familiar. ¡Ya hemos encontrado la
respuesta a lo que tanto nos generaba agobio! Ahora, cuando lleguemos a casa, ya sabemos
que es lo que tenemos que abordar: el problema de poner límites.
- Cariño, tenemos que poner límites a nuestro hijo.
- Me parece bien, pero ¿cómo?
- Voy a mirar en internet.
¿Qué se puede encontrar esa familia en internet? Efectivamente, de todo. Desde orientaciones
donde poner límites les parece inadecuado porque es chantajear a los hijos, ya que son los
hijos los que deben autorregularse, hasta estrategias derivadas del conductismo donde los
premios y castigos son los que regularán la conducta. En definitiva, puedes encontrar una
recomendación y la contraria en menos de 10 minutos. Por eso, es vital que los profesionales
tengamos un marco de referencia común coherente y adecuado.
Ese marco existe desde 2006 en Europa. Se le ha llamado parentalidad positiva y lo que viene a
decir es que cuando se ponen límites, hay emociones que atender, y que tan importante es
una cosa como la otra. El equilibrio entre los límites y las emociones es lo inteligente. Como a
mí me gusta decir, límites con besos, y besos sin límites.
Poner límites se puede confundir con ser más duros, más exigentes. No, no van por ahí los
tiros. Se pueden, y deben, poner límites con amabilidad, con tranquilidad, con respeto. Las dos
funciones parentales que resume el marco de la parentalidad positiva sería algo así con poner
límites con coherencia, siendo amables con las emociones.
En mi libro, Familias inteligentes: claves prácticas para educar, en mis conferencias, en mis
terapias, explico una técnica basada en la evidencia que tanto está sirviendo en muchos
hogares para dar respuesta a este debate de poner límites: la técnica del semáforo inteligente.
Esta herramienta pretende ayudar a las familias a poner límites de una manera respetuosa, sin
perder nunca de vista el plano emocional. Se ponen límites porque es imposible satisfacer el
sistema de recompensa del cerebro, concepto neurológico surgido en 1954 por los
investigadores James Old y Peter Milner. Pues bien, el semáforo inteligente lo que hace es
poner un color a esa ilusión, a ese deseo de recompensa. Esa ilusión puede tener tres vías, los
tres colores del semáforo. Y los padres lo ponemos con tres habilidades que ejercemos a
diario: decir NO a esa ilusión, negociar sin chantajes, o decir SÍ. Con amabilidad, y con
coherencia. ¿Lo quieres intentar?
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